Reflexiones sobre la reflexología

La reflexología no es una ciencia, ni una técnica reconocida oficialmente por numerosas autoridades sanitarias,  tampoco sería una técnica muy rentable, ya que no requiere de fármacos, ni supone grandes ventas, ni márgenes de beneficios, por lo que no se le atribuye los medios  materiales para llevar a cabo investigaciones serias sobre su eficacia. Así pues, debemos admitir que no poseemos datos científicamente objetivos (salvo los pocos datos conocidos de algunos países como China y Dinamarca).
Sin embargo, creo que aunque no existan los datos científicos, que nuestra cultura impone a nuestra razón y creencia (ya que no creemos en lo que no vemos y no podemos medir) y aunque nuestros prejuicios manipulen en ocasiones nuestras percepciones, existen numerosos indicios y resultados prácticos que demuestran que la reflexología aporta cuantiosos beneficios a las personas.
Nuestros antepasados, ya lo utilizaban cuando no disponían de medicamentos. Hemos olvidado y desdeñado todas estas técnicas naturales con la aparición de la medicina moderna. ¡Y es normal! Forma parte de la evolución, además es innegable la eficacia “comprobada” y “medible”, de los medicamentos químicos para aliviar y reparar síntomas de un sinfín de desequilibrios (sin nombrar la alta rentabilidad del sector farmacéutico...). No obstante, estos medicamentos calman los síntomas y a menudo, no tratan las causas que generan estos desajustes corporales y que muchas veces se encuentran en el propio individuo. Así, terapias como la reflexología buscan complementar y rellenar unos tantos vacíos que omite la medicina tradicional, esos vacios que no se ven, ni se miden, pero que existen dentro de cada uno de nosotros.
De una manera general, la enfermedad surge cuando algo en el organismo no ha funcionado correctamente:
Salvo casos específicos y concretos, nuestro organismo es naturalmente perfecto y capaz de solucionar sus descompensaciones internas. ¿Qué hace que nuestro organismo se desarregle, una y otra vez? Es indudable que el estilo de vida y nuestra manera de pensar (ritmo de vida, alimentación, falta de ejercicio, estrés, las mismas presiones sociales que nos impone indirectamente nuestra cultura, nuestras creencias, nuestros complejos, las necesidades de ego y de apariencia a las que nos ha habituado nuestra sociedad) predisponen nuestro cuerpo a contraer enfermedades, debilitan su sistema inmunitario, entre otros, volviéndolo más vulnerable a su entorno. De allí la necesidad de entender y considerar otros aspectos del ser humano, como las emociones,  mente y el inconsciente. Por esta razón el gran auge de la psicología (a nivel médico) y el resurgimiento de todas estas técnicas holísticas como la reflexología.
Intuitivamente, recurrimos a terapeutas en busca de remedios más naturales y equilibradores. Buscamos alternativas que respondan a una necesidad, pero que a menudo no sabemos descifrar, porque no son visibles, ni medibles. En el fondo sabemos que sólo los medicamentos no son la solución. Que la medicación compensa carencias, adormece y apacigua temporalmente el dolor. Puede inclusive matar el virus, pero no restituye el equilibrio, ni despeja la mente, ni aporta la tranquilidad que nuestro organismo necesita para poder desarrollarse plenamente. Son las terapias como la reflexología, que buscan equilibrar no sólo nuestro consciente, sino también nuestro inconsciente, para no solo tratar, sino también prevenir y darle a las personas la oportunidad de sentirse bien y plenas consigo mismas…, evitando así, un terreno propicio al desarrollo de la enfermedad.
Estoy convencida de que la reflexología es una alternativa muy interesante y es lo que a nivel personal me ha llevado a practicar y a hablar de esta técnica. Pero esos resultados los veo en mi consulta y los he vivido a nivel personal. No son datos científicos, ni estadísticos, ni medibles, son solo las reseñas que aparecen en mis expedientes.

Si desea probar, le sugiero seguir las siguientes recomendaciones para obtener un óptimo resultado:

  • Tómese el tratamiento con seriedad y realice sesiones regulares, al menos al principio (cuente mínimo 5 sesiones).
  • Acompañe estas sesiones, según la necesidad, con una dieta o ejercicio físico,
  • No espere que el desequilibrio esté demasiado avanzado o sea irreversible,
  • Esté dispuesto a asumir los cambios que su inconsciente desea hacer y siéntase parte responsable con respecto a su enfermedad,
  • Seleccione un buen terapeuta, con la formación apropiada. De una forma general, el terapeuta debe llevar una vida saludable y ser consecuente con la práctica que ejerce.
Sugiero dar un ojeada a las siguientes estadística en el siguiente enlace:

                                                                                                   © Caroline Benko

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